Monday, November 22, 2010

CRÓNICA DE CÓMO EL POETA DE LAS GUAITECAS LOGRÓ SER INVITADO FORMALMENTE A LA FERIA DEL LIBRO JUNTO A LOS POETAS DEL AUMEN Y DE CÓMO EL DUEÑO DE LOS P

Había Premios en la Secretaría de la Cultura, pero no había Poetas en la Isla de la Poesía; al menos eso decían los informes del Secretario de Cultura.
Los Premios se otorgaban durante los Años de Concertación, para los concertistas, o algo así; de manera que el Arcoíris de Poesía existía para todos, incluso para aquellos que tenían la mala costumbre de ver todo gris o en blanco y negro. Sólo aquellos que cultivaban versos como si su huerto fuese un prodigio de poesía, parecían gozar de ciertas regalías hasta del Ministerio de Agricultura.
El Dueño de los Premios, vigilaba todos los días, sin pegar las pestañas, pero si en algún momento se le caían los párpados, aparecía el Poeta de las Guaitecas, y desaparecía con algún Premio. El Secretario de Cultura, sospechando alguna malversación de fondos, hacía como que nada había pasado, y los informes de tan extraña situación, las guardaba como si se tratara de marihuana. El kediran no es un mito que perdone a sus víctimas.
Un día, el señor Secretario, se mintió. Sabía que el malévolo Poeta de las Guaitecas le había escamoteado otro Premio que había escapado a su control, pero esta vez se echó a dormir, espiando con un ojo. Faltaba muy poco para levantarse de su siesta cuando “una invitación abierta” del Ministerio de la Poesía, le exigió mandar a los Poetas Premiados al Palacio de la Cultura, allá lejos, en el centro del Reino de la Poesía.
El susto por tamaña responsabilidad le paralizó los músculos. Pero, antes de caer fulminado por la tremenda responsabilidad, alcanzó a dar un manotazo al teléfono, y le contestó su asistente: ella era la solución. En el pasado todo lo había arreglado ella, como si se tratara de una promoción de vacaciones. Después de todo, era dinero del Tesoro de la Cultura, y había que gastarlo, enviando buenas piernas, como si se tratara del Mundial de Fútbol.
Así se habían hecho las cosas en el pasado y se habían convertido en costumbre, tradición, y Ley en la República de las Letras.
Pero el Poeta de las Guaitecas, acostumbrado a jugar fútbol encima de las embarcaciones, sabía que la pelota que le había dejado antes a cambio de un Premio, seguiría rebotando hasta volverlo un tonto de remate; además, “la iluminada circunferencia”, era un challanco, un revisorio que le comunicaba al instante, todo lo que pasaba por la cabeza del Secretario.
De manera que no reconocían a ningún Poeta de la Isla de la Poesía, al menos que fuera un gringuito, porque la imagen del País de los Poetas, exige todo, menos la presencia viva de las etnias indígenas. Además, los informes antropológicos delataban que había una Cueva de Cuarenta Poetas y un Narrador que se podrían abalanzar sobre los Premios, como si se tratara de un banco que cualquier bandido podía asaltar; y para evitar una arremetida lírica, había que empezar por negarlos.
Pero los Poetas habían decidido que no se iban a dejar embaucar, menos si se trataban de Premios en efectivo. De manera que le exigieron al señor Secretario de Cultura, el retorno de los Premios que plagaban la Galaxia como si se trataran de estrellas.
El Poeta de las Guaitecas, haciendo una bicicleta, pateó un desafío, y el Secretario, suplicó:
-No me obligues a retornar los Premios, ya están en tierra de nadie, y si lo hago, sería como ir al exilio.
El Poeta lo perdonó, aunque le hizo entender que, si no le dejaba asistir a la Feria del Libro, junto a los Poetas de su ínsula, lo dejaría pintado como Secretario del Deporte.
El Secretario pensó una palabrota que murió de vergüenza en su lengua.
Por fin, como si el Secretario de los Premios se hubiera desquiciado, los Poetas se subieron a un bus y marcharon a la Capital de la Poesía, es decir, al Palacio de la Cultura, como quien se lanza a conquistar la Galaxia de la Palabra, en peregrinación de la Fanfarria Comunicacional.
Y así, de manera insospechada, los Poetas del Eco de la Montaña, dejaron su ínsula, y se refugiaron por un par de semanas en el Palacio de la Poesía, y permanecieron allí, acurrucaditos, haciendo quercum, mientras el sol y la luna se deslizaban sonrientes, sabiendo que los Poetas del Aumen, serían sus compañeros de aventuras durante la Fiesta del Libro.

hectorvelizpm

Glosario para los extranjeros:
Referencia sólo para etnólogo, este relato lo podrán pesquisar en el Archivo de Chiloé, de El Libro Secreto de la Poesía, autor O`tono, Tower, Págs. 15-16, edición en Internet.
La iluminada circunferencia: nombre de un poemario del poeta de las Guaitecas
Challanco, revisorio: (mapudugun) televisor ancestral de los williches
Quercum: (mapudugun) acampar para que pase el mal tiempo.
Kediran: (chilenismo): es el mito del ridículo, según cuentan las solteronas; ver Mitos y Leyendas Williches. Editorial Mentanegra)
La Isla de la Poesía: la Isla Mágica de Chiloé.
Poetas del Aumen: Escuela de Escritores en la Isla de Chiloé; ver en Google, poetas: Carlos Trujillo, Sergio Mansilla, Nelson Torres, Mario García, Jorge Velásquez y demases.

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